Las identidades nacionales no son fenómenos naturales ni ancestrales, sino invenciones modernas que surgieron en Europa entre los siglos XVII y XVIII con la consolidación de los nuevos estados-nación. La arqueología, al igual que la historia, ha desempeñado un papel crucial en este proceso, a menudo sirviendo como una herramienta para fabricar y justificar estas identidades a través de la manipulación del pasado.
Los estados-nación modernos necesitaban crear una identidad distintiva y una coherencia política para sus pueblos. Esta identidad se basa en características compartidas como el idioma, la religión y, fundamentalmente, en mitos de origen y la idea de un ancestro común. Las naciones no siempre han existido.
Los líderes políticos han utilizado la arqueología para trazar paralelismos que legitimen su poder. Un ejemplo es Napoleón, quien se autodenominaba un "verdadero emperador romano" para vincular a Francia con la grandeza del Imperio Romano.
El gobierno blanco de la Sudáfrica del Apartheid afirmó que los africanos negros llegaron al sur del río Limpopo al mismo tiempo que los europeos, en 1488. Esta narrativa, promovida en los libros de texto, buscaba negar a la población africana su derecho histórico a la tierra, presentándola como un territorio vacío antes de la llegada de los colonos. Hallazgos arqueológicos como los de Mapungubwe y Gran Zimbabue, que demostraban la existencia de reinos africanos complejos y sofisticados siglos antes, fueron deliberadamente ocultados o su origen africano fue negado por el régimen.
El partido nazi adoptó fervientemente las ideas del prehistoriador Gustaf Kossinna, quien equiparaba conjuntos de artefactos con etnias específicas. Sus mapas, que mostraban una supuesta cultura germánica extendida por toda Europa, se utilizaron para justificar la anexión de tierras en Polonia y Checoslovaquia.
Además, Kossinna introdujo el mito de la "raza aria", un pueblo "superior" que se convirtió en una piedra angular de la ideología nazi y justificó el exterminio de millones de personas consideradas "subhumanas".
Si bien la arqueología ha sido cómplice en la creación de estos mitos, su enfoque científico y su perspectiva a largo plazo son quizás la herramienta más poderosa para desafiarlos. Al demostrar la mezcla constante de poblaciones, la superficialidad de las categorías raciales y la naturaleza fabricada de muchos pasados nacionales, la arqueología puede exponer las ficciones del nacionalismo y recordarnos que todos compartimos un pasado humano común como Homo sapiens.
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