La Edad del Bronce (aproximadamente del 3200 al 1200 a.C.) fue una era de profundas transformaciones en el antiguo Próximo Oriente y el Mediterráneo, impulsadas en gran medida por la llegada de nuevos pueblos y la formación de extensos imperios terrestres. Estas migraciones, aunque a menudo causaron trastornos y conflictos, también fueron un catalizador para un mayor contacto cultural e integración económica.
Poco después del año 2000 a.C., comenzaron a aparecer formas lingüísticas indoeuropeas en Asia occidental y el Mediterráneo oriental. Este grupo de pueblos, que hablaban variaciones de la misma lengua madre, son los antepasados de varias familias lingüísticas modernas, desde el sánscrito de la India hasta las lenguas germánicas y celtas de Europa. Su llegada no borró las culturas existentes, sino que se basó en los patrones de vida y organización urbana ya establecidos, aunque el impacto colectivo fue enorme.
Los hititas fueron un pueblo de habla indoeuropea que llegó a Anatolia alrededor del 2000 a.C. A diferencia de los asirios, que eran comerciantes, los hititas fueron conquistadores y colonos militares que impusieron su lengua a los pueblos que vencieron. Su éxito se debió en gran parte a la adopción de las últimas tecnologías, como el carro ligero tirado por caballos, que se convirtió en una aterradora máquina de guerra. A pesar de su poderío militar, también adoptaron las prácticas pacíficas de los conquistados, utilizando la escritura cuneiforme para registrar su propia lengua y sus leyes.
Alrededor del 1700 a.C., Egipto fue invadido por primera vez por un pueblo que los egipcios llamaron "hicsos" ("gobernantes de tierras extranjeras"). Su conquista disolvió la autoridad central del faraón, dando inicio al Segundo Período Intermedio (c. 1650-1550 a.C.). Sin embargo, los hicsos no destruyeron el gobierno faraónico, sino que tomaron medidas para legitimar su gobierno de acuerdo con los precedentes egipcios, llegando incluso a incorporar el nombre del dios solar Ra en sus propios nombres.
Hacia el final de la Edad del Bronce, entre 1500 y 1200 a.C., se desarrolló una red interconectada de alianzas y comercio que unió a las sociedades de una manera novedosa, creando un mundo afro-euroasiático interdependiente. Sin embargo, este sistema resultó ser frágil.
Alrededor del 1200 a.C., una ola de invasiones por parte de un heterogéneo grupo conocido como los "Pueblos del Mar" llevó a la destrucción de casi todas las civilizaciones mediterráneas establecidas.
Esta devastación fue el resultado de una combinación de factores. Investigaciones climatológicas recientes muestran que condiciones áridas sostenidas pudieron haber provocado sequías y hambrunas. Esto, a su vez, generó un movimiento masivo de refugiados climáticos desesperados que huían de la violencia y la escasez en la cuenca del Egeo.
La desesperación de los refugiados, combinada con las incursiones de los Pueblos del Mar, destruyó las civilizaciones que habían florecido durante más de dos mil años.
El Imperio Hitita fue destruido. Las grandes ciudadelas de la Grecia micénica fueron despobladas hasta en un 90 por ciento, sumiendo a Grecia en un período de aislamiento cultural y económico.
Aunque Egipto sobrevivió, su civilización sufrió al perder a sus principales socios comerciales.
Las migraciones de la Edad del Bronce no fueron simples movimientos de personas, sino una fuerza transformadora compleja. Desde la difusión de lenguas y tecnologías por parte de los indoeuropeos hasta el colapso catastrófico provocado por la crisis climática y los movimientos de refugiados conocidos como los Pueblos del Mar, la movilidad humana fue un factor decisivo que redefinió el mapa político y cultural del mundo antiguo, cerrando un capítulo y sentando las bases para la siguiente era: la Edad del Hierro.
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